UN TABERNÁCULO EN LA AZOTEA
Por David Wilkerson
Aquí, en la Iglesia de “Times Square” hemos designado esta año como uno de oración para el avivamiento. El “avivamiento” no lo conceptuamos como un grandioso mover espiritual en donde la gente viene de lejos para ver algo sensacional. Por el contrario, estamos anhelando que haya gente preparada. ¡Preparada en santidad para ser una morada de la presencia del Señor! Queremos un avivamiento de la santa presencia del Señor, en donde las cosas sean tan agradables a Dios que Él venga para suplir cada necesidad. ¡Un lugar donde Su gloria es revelada!
En el octavo capítulo de Nehemías se encuentran lo que yo llamo “las cinco absolutas evidencias del avivamiento”. No se le puede llamar avivamiento o despertar a menos que cada una de las cinco evidencias estén presentes. Nehemías es un libro de avivamiento. Es la historia de 42,360 judíos regresando a Jerusalén del exilio de Babilonia, para santidad y verdadera adoración. La salida de Babilonia es un tipo de la salida de los creyentes de iglesias muertas, tibias y mundanas para ir con un remanente a la santa Sion, para regresar a las sendas antiguas e ir adelante con un pueblo y unos pastores que caminen en la verdad.
Este remanente
santo arremangó las mangas de su camisa y trabajó en unidad para
quitar la basura y la inmundicia que había contaminado a Jerusalén.
Ellos reconstruyeron los muros desmoronados y levantaron las puertas.
Eso es lo que estamos haciendo en la iglesia “Times Square”:
quitando la basura que se ha acumulado, la basura de falsas
doctrinas, de materialismo, de pecado y tibieza en el púlpito y en
las bancas. Estamos reconstruyendo los muros que se habían
desmoronado. Cientos de personas del pueblo de Dios han sido
saqueadas y destruídas por fuerzas satánicas; los hogares y los
matrimonios han estado trabajando juntos para levantar los muros y
las puertas para mantener fuera al enemigo. Dios ha reunido a un
remanente de entre todos aquellos que han escapado de Babilonia y
están listos para tomar los cinco grandes pasos para la restauración
y el avivamiento.
LA PRIMERA EVIDENCIA DEL AVIVAMIENTO
ES UN FERVIENTE DESEO DE LUCHAR Y OBEDECER LA PALABRA DEL SEÑOR.
“Y se juntó todo el pueblo como un
solo hombre en la plaza que está delante de la puerta de las Aguas,
y dijeron a Esdras el escriba que trajese el libro de la ley de
Moisés, la cual Jehová había dado a Israel.
Y el sacerdote
Esdras trajo la ley delante de la congregación, así de hombres como
de mujeres y de todos los que podían entender, el primer día del
mes séptimo.
Y leyó en el libro delante de la plaza que está
delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía,
en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían
entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de
la ley.
Y el escriba Esdras estaba sobre un púlpito de madera que
habían hecho para ello, y junto a él estaban Matatías, Sema,
Anías, Urías, Hilcías y Maasías a su mano derecha; y a su mano
izquierda, Pedaías, Misael, Malquías, Hasum, Hasbadana, Zacarías y
Mesulam.
Abrió, pues, Esdras el libro a ojos de todo el pueblo,
porque estaba más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo
el pueblo estuvo atento” (Neh. 8:1-5).
El clamor de sus corazones era: “¡Tráenos la verdadera palabra del Señor!” Esdras se paró sobre un púlpito de madera y leyó la palabra de Dios por seis horas, mientras la multitud estaba atenta, aprendiendo que la causa de su sufrimiento era su propia terquedad y rebelión. La evidencia más certera de un avivamiento en un alma, una iglesia o una ciudad es una gran hambre de la palabra de Dios. Los cristianos descarriados no quieren esa diversión. Los predicadores negligentes no predican mucho de la palabra de Dios, por el contrario, ellos dan cortos sermoncitos. ¡Ellos no predican la ley, porque esto produce convicción y sacude a la iglesia! ¡Hace que los conformistas se retuerzan!
Donde el Espíritu Santo está trabajando, la gente en las bancas está clamando por la Palabra. Yo recibo cientos de cartas de santos necesitados que claman: “Estamos hambrientos. No escuchamos la verdadera Palabra. Recibimos la letra muerta sin la unción: “¡Jabón suavizado!”. Donde Dios está obrando hay Biblias por todos lados. Hay una expectación de la predicación y la enseñanza con una verdadera reverencia por la Palabra, la Palabra es amada y honrada.
Es muy triste que en muchas iglesias carismáticas la predicación sea rechazada. Ellos no pueden esperar hasta que se termine, para seguir con la alabanza y la adoración. ¡Todo es música, entretenimiento y cantares especiales que a ellos le gustan!
Cuando el
Espíritu Santo viene no hay más necesidad de algún evangelista
estrella o un maestro en el centro del escenario, sino la Palabra
siendo aclamada. El clamor será: “¡Señor, lo quiero todo; lo
bueno, lo malo, los mandamientos, las promesas, todo el consejo de
Dios!”.
LA SEGUNDA EVIDENCIA DEL AVIVAMIENTO ES UN
ARREPENTIMIENTO CON UN CORAZON QUEBRANTADO.
“Bendijo entonces Esdras a Jehová,
Dios grande. Y todo el pueblo respondió: ¡Amén! ¡Amén! Alzando
sus manos; y se humillaron y adoraron a Jehová inclinados a
tierra.
Y los levitas Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub,
Sebatai, Hodías, Maacías, Kelita, Azarías, Jozabeth, Hanán y
Pelaía, hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba en su
lugar.
Y leían en el libro de la ley de Dios claramente y ponían
el sentido, de modo que entendiesen la lectura.
Y Nehemías el
gobernador, y el sacerdote Esdras, escriba, y los levitas que hacían
entender al pueblo, dijeron a todo el pueblo: Día santo es a Jehová
nuestro Dios; no os entristezcáis, ni lloréis; porque todo el
pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley” (Neh. 8:6-9).
Su primera
reacción a la palabra fue de exaltación y de gozo, ellos clamaron:
¡Amén! ¡Amén! Alzando sus manos. David dijo: “Alzad vuestras
manos al santuario, y bendecid a Jehová” (Sal. 134:2). Pero la
palabra hizo que enseguida se postraran. Cuando la palabra de Dios
nos lleva a postrarnos esto es verdadero arrepentimiento. “Se
humillaron y adoraron a Jehová inclinados a tierra”. “… Porque
todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley”. ¡Ellos
temblaron ante la palabra de Dios, la tomaron en serio y se
arrepintieron!
Cuando un
avivamiento del Espíritu Santo llega, los cristianos no guardan
rencor, no murmuran, calumnian o critican. No están tratando de
corregir a la iglesia o a los pastores. ¡No se sientan ociosamente
como un costal de papas enfrente de la televisión! ¡No! Ellos están
postrados delante de Dios, llorando, porque la palabra ha
impresionado sus corazones. No están juzgando ni mirando a otros.
Ellos están siendo redargüidos por la Palabra, por no alcanzar los
estándares de Dios.
LA TERCERA SEÑAL DEL AVIVAMIENTO
ES UN INCREIBLE ESPIRITU DE GOZO Y CELEBRACION.
“Luego les dijo: Id, comer grosuras,
y beber vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada
preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os
entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza.
Los
levitas, pues, hacían callar a todo el pueblo, diciendo: Callad,
porque es día santo, y no os entristezcáis.
Y todo el pueblo se
fue a comer y a beber, y a obsequiar porciones, y a gozar de grande
alegría, porque habían entendido las palabras que les habían
enseñado” (Neh. 8:10-12).
Dondequiera
que el amor por la palabra de Dios ha sido restaurado, y el
arrepentimiento ha llegado y donde ha habido una convicción de
pecado, siempre habrá una gran ola de gozo y celebración. Pero hay
un tipo de gozo fingido y falsa celebración en la tierra.
Actualmente es la celebración de uno mismo y de la idolatría. ¡La
danza alrededor del becerro de oro! Necesitamos mucho discernimiento
para conocer la diferencia entre el verdadero gozo de arrepentimineto
y el falso regocijo de los idólatras.
Moisés y Josué descendieron del monte al clamor del pueblo que gritaba: “No es voz de alaridos de fuertes, ni voz de alaridos de débiles; voz de cantar oigo yo…” (Ex. 32:18). Ellos estaban gritando, cantando y danzando, pero Moisés sabía desde el principio que todo era de la carne. Él sabía que ellos eran un pueblo rebelde y de dura cerviz, lleno de lujuria, fornicación, desnudez y sensualidad. ¡Era el grito de idolatría!
¿Puedes ver la diferencia? Si no existe la predicación de la ley para redargüir de pecado, si no hay llanto o rostros inclinados a tierra, si no hay amor por la palabra reprobatoria de Dios, si no hay arrepentimiento, entonces, ¡no hay grito espiritual, no hay canto santo! ¡Ten mucho ciudado! Tú puedes ser atrapado por el canto de idolatría.
¿Por qué había
tan grande regocijo y un espíritu de gozo tan festivo en este
avivamiento relatado en Nehemías? Ellos tenían grande alegría.
“…porque habían entendido las palabras que les habían enseñado”
(Neh. 8:12). En otras palabras ellos discernieron y lo tomaron en
serio: ¡ellos obedecieron!
¡LA CUARTA EVIDENCIA DEL
AVIVAMIENTO ES UN TABERNACULO EN LA AZOTEA!
“Al día siguiente se reunieron los
cabezas de las familias de todo el pueblo, sacerdotes y levitas, a
Esdras el escriba, para entender las palabras de la ley.
Y
hallaron escrito en la ley que Jehová había mandado por mano de
Moisés, que habitasen los hijos de Israel en tabernáculos en la
fiesta solemne del mes séptimo; y que hiciesen saber, y pasar pregón
por todas sus ciudades y por Jerusalén, diciendo: Salid al monte, y
traed ramas de olivo, de olivo silvestre, de arrayán, de palmeras y
de todo árbol frondoso, para hacer tabernáculos, como está
escrito.
Salió, pues, el pueblo, y trajeron ramas e hicieron
tabernáculos, cada uno sobre su terrado, en sus patios, en los
patios de la casa de Dios, en la plaza de la puerta de las Aguas, y
en la plaza de la puerta de Efraín.
Y toda la congregación que
volvió de la cautividad hizo tabernáculos, y en tabernáculos
habitó; porque desde los días de Josué hijo de Nun hasta aquel
día, no habían hecho así los hijos de Israel. Y hubo alegría muy
grande” (Neh. 8:13-17).
La palabra
del Señor fue restaurada, y el arrepentimiento y la obediencia eran
genuinos. El gozo del Señor se había vuelto su fortaleza, pero algo
estaba faltando: ¡Los tabernáculos! ¡No puede haber un avivamiento
real y perdurable, ni una llenura de Dios, hasta que edifiquemos un
tabernáculo! Este es verdaderamente, un mensaje para estos últimos
tiempos.
Los líderes, los sacerdotes y los levitas se reunieron con Esdras para escudriñar las escrituras y ver que quería Dios de ellos. Ellos encontraron algo que el Señor les había mandado años atrás, un mandamiento perpetuo que había sido abandonado desde los días de Josué. Se encontraba en Levítico 23:40-43: “Y tomaréis el primer día ramas con fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, de árboles frondosos, y sauces de los arroyos, y os regocijaréis delante de Jehová vuestro Dios por siete días.
Y le haréis fiesta a Jehová por siete días cada año; será estatuto perpetuo por vuestras generaciones; en el mes séptimo la haréis.
En tabernáculos habitaréis siete días; todo natural de Israel habitará en tabernáculos, para que sepan vuestros descendientes que en tabernáculos hice yo habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios”.
Por siete días el pueblo de Dios edificaría un refugio temporal (en hebreo “sukkah”) hecho con un techo de varias ramas. Se les mandó vivir en sus refugios por siete días.
El periódico “New York Times” tenía una sección entera dedicada a la construcción de un sukkah. En la ciudad de Nueva York estos se construyen en diminutos balcones, patios pequeños y azoteas a finales del mes de septiembre y durante la primera semana de octubre. De los seiscientos trece mandamiento judíos éste es todavía, uno de los más importantes. Los judíos ortodoxos lo practican rigurosamente. Vivir en la cabaña aún significa el día de hoy lo siguiente: “solamente vamos pasando por este mundo, solamente pasando la noche, así que no debemos de preocuparnos con sus placeres y vanidades”. El sukkah es tan santo para un judío, ¡que es un pecado tomar siquiera una astilla de éste para usarlo como un palillo! Tan sólo un mal olor lo contaminaría. Se dice: “Si uno no puede guardar el sukkot (la fiesta de los tabernáculos), ¡no puede guardar ninguno de los seiscientos trece mandamientos de la “Torah” (la ley)!
Los líderes en Jerusalén, en el tiempo de Nehemías hicieron una proclamación: “¡Volveremos a celebrar la fiesta del sukkot! salgan a los montes y traigan ramas de olivo, de olivo silvestre, de arrayán y de palmeras y hagan su “sukkah” como está escrito”. Que gozo debe haber llenado el aire: ¡niños y familias cargando ramas para construir sukkahs! Que panorama debió haberse visto desde lo alto: en cada azotea plana una pequeña cabaña; en toda lote vacío o en cada plaza, en el atrio del templo visitantes acampando. ¡Aún Esdras, Nehemías y todos los sacerdotes! Por siete días nadie comía o dormía en su casa; nadie dormía en las posadas. ¡Toda la población vivía en estas cabañas temporales!
Estos no fueron siete días tristes de trabajo arduo, por el contrario, fueron siete días de júbilo y de gran alegría. “… y os regocijaréis delante de Jehová vuestro Dios por siete días” (Lev. 23:40). “Siete días celebrarás fiesta solemne a Jehová tu Dios en el lugar que Jehová escogiere; porque te habrá bendecido Jehová tu Dios en todos tus frutos, y en toda la obra de tus manos y estarás verdaderamente alegre” (Deut. 16:15).
Hoy en día se
predica mucho acerca de la fiesta de los tabernáculos, se dice que
la Iglesia está entrando en su tiempo de cosecha, “una colecta del
maíz y el vino”, un tiempo de bendición y crecimiento; que
estamos en un tiempo de gran regocijo y alabanza, un tiempo de gozo
glorioso en el Señor. ¡Lo que está faltando a ese mensaje es el
sukkah, el mover hacia la cabaña! Toda la alabanza, la adoración,
el júbilo y la alegría debería ser bajo el tabernáculo, “en el
lugar que el Señor escogiere”.
¿Qué significa todo esto para
nosotros el día de hoy? ¿Qué tiene que ver el sukkah con el
caminar con Cristo hoy en día?
EL SUKKAH SIGNIFICA
QUE SOMOS EXTRANJEROS AQUI, CIUDADANOS DE OTRA CIUDAD.
Los
siete días pasados en el terrado, aludían a los setenta años del
lapso de vida humana. El sukkah era para recordarles que su vida era
temporal. Conforme las hojas se marchitaban, ellos iban a ver el
deterioro de su vida, de su salud y de su fortaleza. Dios quería que
su corazones y mentes estuvieran puestos en la eternidad. Ellos
debían recordarse a sí mismos y a sus hijos: “Solamente estamos
acampando aquí. Nos regocijamos no únicamente por todas estas
bendiciones pasajeras, sino que también nuestra esperanza y gozo
están en la ciudad que desciende del cielo: ¡Sion!”. En los días
de Nehemías esto era lo que Dios quería que entendieran: “Han
reconstruído los muros, colocado las puertas, establecido los
hogares y plantado los jardines y viñedos. El Señor había sido
bueno, pero este no es un lugar de reposo. ¡Deben buscar una ciudad
de la que el constructor y el hacedor sea Dios!”.
David amaba su
ciudad: Sion. Él escribió grandes poemas y cantos acerca de su
belleza: “Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra, es el monte
de Sion… la ciudad del gran Rey” (Sal. 48:2). David se hizo rico
y dio carretadas de oro y plata para la construcción del Templo.
“Del oro, de la plata, del bronce y del hierro no hay cuenta…”
(1 Cron. 22:16). Sin embargo, David hace esta terrible declaración:
“…porque forastero soy para ti, y advenedizo como todos mis
padres” (Sal. 39:12). Esto fue dicho después de que Israel fue
establecido y prosperado. “Advenedizo”, significa residente
extranjero, uno que sólo va de paso. La palabra “extranjero” en
hebreo proviene de la raíz de la palabra que significa “retraerse
con temor, como de un lugar desconocido”. Todos nuestros padres en
la fe consideraron este mundo “una tierra extraña”. Ellos eran
extranjeros, ciudadanos de otro mundo.
“Por la fe Abraham,
siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir
como herencia; y salió sin saber a donde iba. Por la fe habitó como
extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en
tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque
esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y
constructor es Dios” (Heb. 11:8-10).
“Conforme a la
fe murieron todos éstos sin hager recibido lo prometido, sino
mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que
eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto
dicen, claramente dan a entender que buscan patria; pues si hubiesen
estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían
tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor; esto es, celestial; por
lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, porque les
ha preparado una ciudad” (Heb. 11:13-16). Ellos desearon “una
mejor ciudad, esto es, una celestial…”. Hay una mejor ciudad que
Estados Unidos o que cualquiera que sea tu tierra natal. Es la nueva
Jerusalén, el cielo con Cristo.
DIOS SABE QUE
FACILMENTE NOS CEGAMOS CON SUS BENDICIONES.
¿Por qué
pondría Dios a toda la nación en pequeñas chozas por siete días?
Porque Él sabe el terrible peligro en el que se encuentran sus hijos
cuando son bendecidos. Él sabe que fácilmente nos apartamos y nos
olvidamos de Él, volviéndonos ciegos por lo fácil y por lo cómodo.
Él conoce que tan dispuestos estamos para consentirnos y ser
seducidos por las cosas del mundo.
El cántico de
Moisés fue una profecía prediciendo la apostasía esperada en el
pueblo de Dios, una vez que hubiesen prosperado. “Pero Jesurún (el
pueblo de Dios) engordó, y tiró coces (se volvió incontrolable).
Engordaste (te cubriste de grasa); entonces abandonó a Dios que lo
hizo, y menospreció la Roca de su salvación” (Deut. 32:15). Este
no es un mensaje únicamente para los ricos, sino para todos
nosotros. Entre más somos bendecidos, más tendemos a desear, a
cavar en este mundo, a acumular, a comprar y a gastar más. ¡Cada
cosa que compramos es como otra soga que nos ata a este mundo! El
Señor quiere que nuestros corazones estén “en la cabaña”, en
el sukkah. Todos los días, y muchas veces día con día, Él quiere
que recordemos lo siguiente: “¡Soy un extranjero! ¡Solamente voy
de paso! ¡No tengo raíces aquí! ¡Voy a una ciudad mejor! Gracias,
Señor por todas tus bendiciones, pero yo me regocijo, porque soy un
ciudadano de Sion”.
¡NADA NOS PERTENECE AQUI EN LA
TIERRA!
¡Todo lo que Dios nos ha dado es prestado!
Solamente somos guardianes. Se ha escrito mucho acerca de la tierra
prometida. Dios promete darle a Israel la tierra de Canaán, una
tierra que fluye leche y miel, pero Dios nunca les entregó las
escrituras, Él solamente se las prestó. “La tierra no se venderá
a perpetuidad, porque mía es; pues vosotros extranjeros y forasteros
sois para conmigo” (Lev. 25:23). Ellos solamente podían vender los
derechos de la cosecha, y aún a los más pobres se les devolvía su
tierra en el año del jubileo.
A Dios pertenece todo lo que tenemos. Nosotros continuamos diciendo: “¡Señor, te devuelvo esto!”. Pero en realidad nunca hemos poseído nada. “Porque mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados… Y todo lo que se mueve en los campos me pertenece… Porque mío es el mundo y su plenitud” (Sal. 50:10-12). El Señor nos está diciendo: “Vé al tabernáculo sobre el terrado, ¡examina tu corazón!” ¿Eres un mayordomo fiel de la propiedad del Señor? A la luz de la eternidad, a la luz de la fragilidad de la vida, ¿cuánto gastas en ti mismo, en comparación con qué tanto para Su obra?
El gran
resultado del derramamiento del Espíritu Santo es la entrega de todo
en el altar de Dios, al mismo tiempo que quitamos nuestros ojos de
las cosas que poseemos. En Pentecostés se dijo: “y la multitud de
los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía
ser suyo nada de lo que poseía, sino que tenían en común todas las
cosas” (Hch. 4:32).
EL TABERNACULO ES UN
RECORDATORIO PARA ABSTENERSE DE TODO DESEO CARNAL.
“Amados,
yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de
los deseos carnales que batallan contra el alma” (1 Pe. 2:11). Es
casi imposible para alguien menor de 50 años de edad pensar en
valores eternos, porque ellos asumen que todavía tienen mucho tiempo
por delante. ¡Cuando tú llegas a los 60’s o a los 70’s la
naturaleza te enseña qué corta es la vida! ¡Es mucho más fácil
pensar en ser un extranjero aquí! Pero Dios quiere que todos nos
detengamos en la plenitud de la vida, que nos regocijemos y luego
pongamos atención y nos preguntemos: ¿valen la pena nuestros
apetitos juveniles y carnales a la luz de la eternidad?
Moisés escogió: “ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado” (Heb. 11:25). Así pues, el Señor nos ha enseñado a ir al tabernáculo, considerar lo corta que es la vida, sufrir por un momento, y sufrir por el gozo puesto delante de nosotros (ver Heb. 12:2). “… Porque, ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Stgo. 4:14). ¡Trata de decirle esto a la gente joven!
El tabernáculo
es símbolo de apartar lo del mundo de nosotros. ¡Ve hacia allá!
¡Destruye la ambición! ¡Mata el orgullo! Todas las metas
equivocadas que han sido puestas por ambición son puertas abiertas a
la lujuria y a pecado de todo tipo. La gente dice: “¿De qué
sirve?, nunca lo lograré”. ¡Por lo tanto, pecan! Están
escuchando a espíritus mentirosos. Reconoce estas voces por lo que
son: demoniacas.
LA EVIDENCIA FINAL DE UN AVIVAMIENTO
ES LA ABSOLUTA SEPARACION DEL MUNDO.
Sin una vida de
arrepentimiento y separación del mundo no puede haber un verdadero
avivamiento. “Y ya se había apartado la descendencia de Israel de
todos los extranjeros; y estando en pie, confesaron sus pecados, y
las iniquidades de sus padres” (Neh. 9:2). En dondequiera que hay
restauracíon bíblica, habrá un aumento de la conciencia del
llamado del Señor a separarnos de todo lo que es mundano y sensual.
He observado en el transcurso de los años que el cristiano separado, consumido por Cristo, y que vive en santidad es el que más afecta al mundo secular. Los paganos esperan que los cristianos estén separados y limpios. Ellos esperan que sean totalmente “otros”, diferentes a ellos mismos. En las calles de Nueva York, infestadas de crímenes, con espíritus demoniacos en todas partes, solamente un cristiano puro, apartado, lleno de Cristo, puede poner al enemigo a correr. Los tibios tienen miedo y sus propios pecados los condenan.
Dios está levantando un remanente de creyentes que quieran un avivamiento, pero solamente uno que conforme a los creyentes a la imagen de Jesucristo. Y cuando venga en toda su plenitud, la mayoría de los cristianos no lo reconocerán, o si lo hacen, lo rechazarán. El remanente apartado escuchará el sonido de la trompeta y sabrá lo que Dios está diciendo.